
Esto es ideal para picotear un poco de todo y probar una gran cantidad de sabores distintos en una misma cena. No es tan ideal para ponerse morado, porque empiezas a pedir esos deliciosos chipirones en salsa de cebolla confitada y se te puede descuadrar el presupuesto a lo loco… Mi consejo es este: pedid 3-4 cositas y acompañadlas con una fuente de patatas en tempura (riquísimas), una buena cerveza (la Heineken de 65 centilitros puede valer) y un “final dulce”, que llaman aquí a los postres. Os quedaréis bien.

Vamos con la comida: breve pero deliciosa. Fui con mi novia y pedimos cuatro mini-platos: dados de berenjena en tempura con miso rojo y pimentón (deliciosos), dados de bonito y raíz de apio a la bilbaína (no lo recomiendo), chipirones en salsa de cebollas dulces (salsa tremenda, adictiva); y pollo frito crujiente con salsa agridulce cañí (riquísimo, quizá lo que más nos gusto). Lo mejor, como dije al principio, los postres: los churros con su chocolate a la naranja inmaculados, el crumble de manzana con helado de vainilla muy bueno; y lo más rico que he probado en MESES es el helado de vainilla, aceite de oliva, jengibre y crackers de avellana. Una gozada por la que ya merece la pena visitar el restaurante.

Tres pequeños peros finales que no tienen que ver con la comida (que es lo realmente importante): la organización de las mesas no me convenció; como en pétalos de flor alrededor del cocinero y con las mesas demasiado pegadas entre sí, invadiendo conversaciones ajenas; los “monos de trabajo” de los camareros, como de grupo de excavadores en película de ciencia-ficción, son tan originales como feos (generalmente aplaudo detalles así, pero me parecieron horribles)...

... y lo de poner una cubitera con hielos inserta en cada mesa para enfriar las bebidas está bien… si no fuera porque impide dejar platos en el centro de la mesa (fundamental cuando tu carta se basa en mini-platitos para ir compartiendo) y porque hay ligerillos problemas de goteras bajo las mesas. Seguro que irán corrigiendo estos detalles.
En DolceCity Madrid: Yakitoro