
Precisamente es esta muralla la que da origen al que, para mí, es el elemento diferenciador de la plaza, además del más intrigante. Se trata de la inscripción que podemos encontrar en uno de los edificios que rodean la Plaza de la Puerta Cerrada: “Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”. Esta frase hace alusión a las chispas que producían los impactos en la muralla de las flechas lanzadas por soldados, de ahí lo de que sus muros son de fuego.

Lo del agua, claro, alude a las ricas aguas de las que disfrutó nuestra ciudad en el momento de su nacimiento. Con la muralla también tiene que ver el apelativo de “gatos” que recibimos los madrileños: Un ágil joven la escaló con una maroma o amarra para, desde el otro lado, poder abrir las puertas para que entraran las tropas cristianas lideradas por el rey Alfonso VI y recuperar así Madrid de los musulmanes.

La Plaza de la Puerta Cerrada se encuentra a mitad de camino entre La Latina y la Plaza Mayor, y además está en un enclave donde se cruzan unas cuantas calles de nuestra ciudad, concretamente ocho: que si el Nuncio, la de Segovia, la Cava Baja, San Justo, Cuchilleros, Latoneros, la Pasa y Gómez de Mora. Todos los caminos llevan a Roma, pero salen de la Plaza de la Puerta Cerrada.

Otro elemento de interés es su cruz de piedra de 1783 y otro de sus murales, como de un huerto, que se pintó en tiempos de Tierno Galván.
En DolceCity Madrid: Plaza de la Puerta Cerrada