
Al estar próximo a otro puente, el de Praga; y parecerse, además, bastante al famoso Puente de Praga (pero Praga-Praga, la de verdad), a veces le confundía el nombre, pero ya lo tengo claro: el Puente de Praga es el que NO se parece al Puente de Praga de verdad. OK. Centrémonos: el Puente de Toledo une las dos orillas del Manzanares y dos glorietas: la de Pirámides con la del Marqués de Vadillo. Dada su posición y lo que une, ofrece unas vistas preciosas de varios puntos de interés:

Madrid Río, el Manzanares, el puente/tubo de Perrault (del que hablaremos algún día porque tiene su miga), el estadio del Atlético de Madrid, el Vicente Calderón; etc. Si hace buen día y tienes tiempo, te recomiendo que lo recorras con calma y con la cámara de fotos en ristre.

El propio puente ofrece interesantes detalles como las estatuas de los patrones de Madrid, San Isidro Labrador y Santa María de la Cabeza, los obeliscos del extremo norte o los jardines del Puente, que están debajo, pero como mejor se aprecian es desde arriba.

Este puente de estilo barroco es obra del arquitecto Pedro de Ribera, con el empuje final del Marqués de Vadillo (no poniendo piedras precisamente, sino impulsando su finalización), y si existe es porque, un buen día, Felipe IV decidió unir la Villa de Madrid con el camino de Toledo. ¿Cómo? Muy sencillo, colocando un puente encima del río Manzanares. Dicho y hecho. Bueno, hecho en 14 años (se construyó de 1718 a 1732). Antes hubo dos puentes en su lugar que acabaron derruidos por la crecida del río. A la tercera va la vencida.
En DolceCity Madrid: Puente de Toledo