
Había tantos locales que anunciaban dicho té, y tantos teenagers que lo iban bebiendo por la calle que no me quedó otra que pedirme uno a ciegas y que fuera lo que Dios quisiera (hombre español que no medita sus decisiones, ¿recordáis?). Base de té verde fresquito, bien; capa de leche, correcto; hielo picadito y un siropillo caramelizado, apreciado; pero… ¡¿qué es esa bolilla diminuta que sube por mi pajita y se mete en mi garganta?! ¿Es… esto… una bolita de gelatina? Exacto.

Las famosas “bubbles” no eran sino bolitas de gelatina de distintos colores y sabores, para ir masticando mientras bebes tu té. ¿Raro? Mucho. ¿Rico? Bueno, digamos que la primera vez te cuesta sacudirte el shock, pero luego tiene su puntito.

Me alegré mucho cuando vi que en Fuencarral habían puesto un local del bubble tea. En Crazy Tea sirven este peculiar tipo de té, que nació en Taiwán y está triunfando en América, Asia y buena parte de Europa, con tres tipos distintos de “bubbles”.

Las tres variedades son: Tapioca (hechas de raíces de Cassava, sin gluten y con muchas vitaminas), Jelly (hechas con agua de coco) y Jelly Boom (como las Jelly pero con “explosión de sabor”, vamos, que explotan en tu boca).

Tienen muchas más variedades, no sólo en toppings de bolitas, sino en cremas, bases, sabores distintos de tés y muchas más cositas. ¿Te apetece probar algo diferente? A Crazy Tea de cabeza.
En DolceCity Madrid: Crazy Tea