
Sin duda, uno de mis vicios confesables que mi padre no ha podido enmendar con aquella frasecita cruel que me decía cuando me pillaba in fraganti mordisqueando la tableta de chocolate con almendras: “Un minuto en la boca y toda la vida en el trasero…”
Y es que a quien realmente le gusta el chocolate no puede resistirse a su sabor y cada onza resulta siempre insuficiente. Chocolate blanco, chocolate con leche, chocolate con nueces o avellanas, chocolate puro, After Eigth, fondues…
De hecho, se ha convertido en una especie de ritual familiar desayunar en la Chocolatería Valor cuando regreso a casa. Llevar a mi abuela al centro y verla disfrutar comiéndose una ración (o dos) de chocolate a la taza con churros frente a la catedral mientras nos contamos cómo pasa la vida…
En Madrid no supe hasta hace unos tres años dónde existían establecimientos Valor pero desde que los encontré procuro ahorrar un poco para permitirme el delicioso sabor de sus bombones, una copa de helado a medias con un buen amigo o un café en el interior de una chocolatería que ha sabido endulzar una tarde de frío o el desayuno de un domingo.
Las recomiendo por su calidad, por el aroma que se respira dentro, por las pecaminosas vistas al mostrador de los bombones… Las recomiendo para hacer un regalo diferente, para escribir unos versos en sus servilletas o, sencillamente, para disfrutar del auténtico sabor del buen chocolate.
En DolceCity Madrid: Chocolatería Valor