
Pese a su juventud, Guerola tiene un curriculum que asusta. Tras formarse en la Hoffmann, recorrió algunos de los mejores establecimientos de España, donde aprendió la técnica y el oficio de la mano de referentes como Oriol Balaguer. También se curtió en Francia, en la célebre Fauchon, entre otros, y, tras su periplo en el extranjero, volvió a Barcelona para poco después consagrarse al ganar el citado premio gastronómico.

En 2012 cumplió otro sueño: abrir su propia pastelería. Lo hizo en la calle Aragó, en pleno Eixample Izquierdo, una zona de oficinas y viviendas donde sus pasteles ponen una agradecida nota de color. He pasado por delante a menudo y los ojos se van hacia la vitrina, donde tientan creaciones clásicas con un twist, como su sacher o massini, así como otros pasteles más personales como el Cirera, la Rosa del Vents –ganadora de la Coupe du Monde- o el Mojito.

Es una pastelería que rompe moldes aunque tiene un ojo puesto en la tradición. Imagino que es este perfecto equilibrio entre lo novedoso y lo reconocible lo que ha llegado al público –y no solo a la crítica- pues desde que abrió puertas Guerola no ha cesado de acumular éxitos. Tantos que hasta ha abierto un segundo local este año en la Via Augusta, donde combina espacio de tienda con degustación como en el establecimiento inicial en Aragó. De ahí se entiende su apuesta por pasteles individuales y por otras dulces creaciones servidas en vaso –como en Naná Yoti-, ideales para hacerse un homenaje a media tarde… ¡o cuando quieras!
En DolceCity Barcelona: La Pastisseria