
El museo articula su colección de más de 800 piezas según periodos históricos que arrancan con una sala dedicada a las Antiguas Civilizaciones, desde el Paleolítico Superior y el Antiguo Egipto hasta Grecia y Roma. Cohabitan obras originales y reproducciones que te trasladan hasta la sociedad egipcia, donde existía una figura como la felatrice –se dice que Cleopatra fue la más famosa de la época-; la griega, una época de esplendor sexual donde los tabúes no existían; o la romana, con la ciudad de Pompeya como protagonista pues llegó a acumular más de 25 prostíbulos y donde los falos eran esculpidos por doquier, desde las paredes hasta el mismo pavimento.

La siguiente sala está dedicada a las culturas orientales de China y Japón y es curioso comprobar cómo, al final, el erotismo ha estado presente siempre, en cualquier rincón del globo y bajo distintas perspectivas ha inspirado obra gráfica que sigue despertando interés siglos más tarde. Una de las salas que más me sorprendió fue la dedicada a la India, una cultura donde la sexualidad no solo es reconocida sino considerada indispensable para una vida espiritual plena. Lo demuestran las dos obras que vertebran todo el material expositivo: el popular Kama Sutra y el Ananga Ranga, otro manual de sexualidad del cual, como el Kama Sutra, todavía se pueden coger ideas ¡bien interesantes!

Hay salas menores como la dedicada a Rusia y luego el recorrido te lleva hasta el espacio consagrado a la cultura europea de finales del siglo XIX y XX. Realmente uno se da cuenta del “daño” que ha hecho el catolicismo en cuestiones de sexualidad pues las obras aquí mostradas están teñidas de un halo de reivindicación e ilegalidad que ponen en evidencia cuán censurados hemos estado en Europa. Reconozco que no conocía a ninguno de los artistas que exponen pero todos me sedujeron a su manera: el austríaco Peter Fendi con su amor por las acrobacias sexuales, el belga Martin Van Maële con sus dibujos de aire macabro y el también austríaco Frank von Bayros cuyos heliograbados sexuales suponen una de las primeras manifestaciones de Art Nouveau en Europa.

Tal vez una de las salas que más atención suscita sea la de proyecciones. Y es que emite tres películas originales de los años 20 encargadas por el rey Alfonso XIII –abuelo del actual rey Juan Carlos I- y atribuidas a los hermanos Ricardo y Ramón Baños, pioneros del cine catalán. Son consideradas unas de las primeras muestras del cine pornográfico español y lo más curioso es que fueron filmadas en Barcelona, concretamente en el Barrio Chino, auténtica meca de lujuria y libertad en la primera mitad del siglo XX. Es muy revelador comprobar cuánto hemos cambiado –desde los prototipos de belleza hasta el “arte” cinematográfico- y, sin duda, son una de las joyas de la colección del Museu de l’Eròtica.

Como también lo es el póster original de 1953 del primer número de Playboy con Marilyn Monroe como protagonista y que se encuentra en la sala dedicada a la cultura Pin-up. Aquí ya nos encontramos con referencias más familiares, al igual que en la sala contigua dedicada a grandes genios de la pintura donde, a través de varias reproducciones, se puede apreciar cómo han interpretado el erotismo figuras como Leonardo Da Vinci, Rubens y Velázquez. Concluye el recorrido una sala dedicada a récords sexuales divertidos y otra a exposiciones temporales como la que tiene lugar en estos momentos del escultor Antonio “Totó” Sibio que demuestran cómo la sexualidad y el erotismo siguen inspirando a día de hoy.

Para culminar la experiencia, uno se puede divertir inmortalizándose en unos de los dos montajes fotográficos que han preparado en el Museu, como el que preside la sala dedicada a al Fetichismo y el Sadomasoquismo con una dominatrix muy convincente. Y para asimilar todo lo visto (y aprendido) nada mejor que disfrutar de una copa de cava (gratuita) en el romántico jardín interior, una auténtica joyita reservada a los visitantes del Museu que bien merece un puesto de honor entre las mejores terrazas de Barcelona por su exuberante vegetación, acogedora decoración y sugerentes detalles, como algunas de las esculturas de Totó. Un Edén urbano que supone el punto final perfecto a una visita altamente recomendable. Estoy segura que hoy el mercurio subirá más de lo normal…
En DolceCity Barcelona: Museu de l'Eròtica